Desde 1986, Inés Dulfary España López es docente de la Institución Educativa del municipio de Policarpa, en el departamento de Nariño, durante sus casi 40 años de servicio ha sido maestra de los niños y niñas más pequeños-as, especialmente de los estudiantes de segundo grado de primaria. Esta mujer alegre y participativa, de ojos profundos y voz dulce, ha participado desde el primer momento en los talleres del proyecto “Hay futuro si Hay verdad”. Con un compromiso e interés bastante notorios, ella siempre esta presta a colaborar en lo que se necesite y muy dispuesta a compartir su palabra y escucha.
Pese a que, para Inés, ser maestra es una gran alegría, porque cada día tiene la oportunidad de marcar la vida de sus estudiantes de manera positiva y contribuir a formar seres humanos felices, no todo ha sido felicidad, pues en municipios como Policarpa, el conflicto armado también ha dejado huellas permanentes, y de eso, lamentablemente, ha sido testigo Inés.

“… estos talleres, de construcción de paz, me han parecido muy bonitos porque, por ejemplo, yo pude sacar algo desde dentro de mi corazón, que yo viví como docente, acá en la última toma guerrillera …”
Fue precisamente, durante el ejercicio de socializar las cartografías, que los y las participantes habían creado en el primer taller, que Inés abrió su corazón y compartió detalles de un trágico acontecimiento; lo que en un principio parecía ser una exposición de su trabajo grupal, se convirtió en un testimonio detallado y conmovedor de la toma guerrillera del 19 de marzo del 2001 en el casco urbano de Policarpa. Frente al silencio de todos-as sus compañeros-as que atentos-as la escuchaban, narró que sus padres vivían cerca del puesto de policía, y que justo esa noche sus dos sobrinos se estaban quedando en la casa con ellos. Ella se encontraba en la urbanización que queda a un par de kilómetros del casco urbano, junto a su hija, para ese entonces de pocos meses de nacida, durante la noche sintió fuertes estruendos, que solo le hacían sentir pánico al pensar en su familia, que se encontraba demasiado cerca de los ataques. Con mucha conmoción, como si se tratase de un suceso apenas ocurrido, Inés contó que esto ha sido muy difícil para ella, pues la única víctima mortal de este lamentablemente y reprochable ataque, fue su sobrino y estudiante, de tan solo 7 años.
En medio de su testimonio, su voz se quebranta: “Me dio muy duro a mí, él estudiaba aquí, en este salón de a lado. Pocos días después de este cruel hecho, yo quería entrar a clases, los niños-as y las mamás habían puesto unas flores en la entrada del colegio, a mí eso me marcó mucho porque yo a mis sobrinos los quería mucho, ellos tenían dificultades con su padre y ambos eran muy apegados a mí, Sebastián y su hermanito Andrés; ese día yo no podía entrar a clase, entonces llegaron psicólogos, quienes junto al profe Álvaro me decían: profe haga lo que usted necesite hacer, yo lloraba, lloraba mucho, salí al patio mientras ellos me cuidaban a los niños-as. y recordaba que a Andrés le gustaba jugar y gritar durísimo, en ese momento le dije a Dios que me ayudé, que yo no podía caer, que estaban mis niños-as ahí, en el salón, entonces grité, mucho, muy fuerte varias veces: ¡Andrés, Andrés, Andrés!. Yo sentí que era algo que me salía de adentro y solo así pude entrar al salón».

Durante ese año todos los niños-as le daban un lugar a Andrés dentro del salón y siempre lo mencionaban durante las clases, manteniendo presente el recuerdo de su compañero. Inés termina su intervención diciendo: “Con el amor de los niños y niñas se logra todo”.
Así como ella, sus compañeros y compañeras valoran enormemente los talleres realizados en el marco de “Hay futuro si Hay verdad”, pues conscientes de la importancia de tener espacios de sanación y resiliencia, participan de estos escenarios que representan una herramienta valiosa para sus procesos de recuperación emocional. Canalizar sus emociones, expresarse de manera libre y comprender que no están solos-as en sus luchas y dificultades ha sido parte fundamental de este proceso.
Inés, afirma que superar las dificultades personales es clave para poder brindar ayuda a quienes lo necesitan, por eso, participa activamente de los talleres, estos se han convertido en un espacio seguro, en el que puede compartir su tristeza, sus experiencias, pero también sus alegrías, además de aprender de otras personas, que también han pasado por situaciones similares. Todo esto, dice, es una posibilidad de enseñar a los niños y niñas, desde temprana edad, a conocer sus derechos, a superar las adversidades, enfrentarlas y seguir adelante, a mantener viva la memoria para construir Paz.